A los seres humanos no nos gustan los cambios. Tenemos la tendencia a crear gran resistencia a ellos.

Por ende, somos capaces de soportar grandes incomodidades con tal de no movernos, porque preferimos lo conocido que lo que está por ser descubierto.

Pero, es esto sólo un simple dicho? La verdad no. Es algo biológico, y está relacionado con nuestro sentido de seguridad.

Lo desconocido toca fibras relacionadas con nuestro instinto arcaico de supervivencia. Literal, si una situación es mala pero conocida, genera un descanso inconsciente relacionado con mantenernos vivas.

Es por esto que en la mayoría de los casos se necesita de una fuerte circunstancia que nos mueva el piso para que nuestro cerebro considere que lo siguiente mejor para seguir vivas sea salirnos de la situación actual.

Esto lo podemos ir mejorando por supuesto, porque la idea es poder visualizar el siguiente movimiento antes que algo desagradable suceda.

Pero, la próxima vez que la vida “las golpee” con un “revés del destino”, traten de verlo como la justa oportunidad para movernos hacia lo siguiente, y que el Universo/Dios simplemente intervienen para nuestro mayor bien.

Estamos justo donde debemos estar, y nos sucede justo lo que necesitamos, para alcanzar el siguiente nivel.