Cada historia es personal y diferente al resto. No todas hemos recibido el mismo cuidado, cariño y afecto de nuestros padres. Unas más, otras menos, otras…cosas dantescas.
Aún así no podemos huir del hecho de que ellos nos dieron la vida, que venimos de ellos, que en nuestras venas corre sus sangre y la de nuestros ancestros, gracias a que, por el motivo que haya sido, decidieron tenernos.
Pero a veces es difícil aceptar este hecho. Recuerdo alguien una vez escribirme un mensaje privado para dejarme saber lo ofendida que se sintió por haberles compartido una información parecida a esta…
…no me molestó. Entendí su dolor, su deseo de alejarse lo máximo posible de una de las pocas verdades absolutas de este mundo…que aunque nos digamos que ya no somos más hijas de nuestros padres, lo seguiremos siendo hasta el último de nuestros días, y que nadie podrá reemplazarlos.
Qué es lo importante entonces? No es un asunto de perdonar. Se trata de recorrer el camino hacia la aceptación de lo que fue, exactamente como que fue, y de tomar lo que nuestros padres nos dieron, de la forma que lo hicieron.
Es un viaje que se recorre distinto para cada una, según nuestros dolores y traumas, y por nuestro bien primario, por nuestra salud emocional y psicológica. Para unas será más lento, para otras no tanto. Lo importante es volver a conectar con la emoción primaria más importante, el Amor.
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Bendiciones cósmicas.